domingo, 6 de marzo de 2011

Sus sueños son como de papel. Pueden tomar cualquier forma. Se pueden desarmar y volver a moldear, pero cada doblez deja una huella. Es así como sus sueños la acechan día y noche. Cuando está despierta sueña de todas formas, pues recuerda lo que ha soñado antes y lo transforma. Sus sueños son como de vidrio. Se quiebran cuando despierta, pero quedan los pedazos, todos desparramados, desordenados, imposibles de unir. No sabe cuál es la realidad verdadera. Quizás el despertar es el inicio del sueño. Quizás la almohada lo sabe todo. Quizás hay que preguntarle a las sábanas. Pero ella siente, su corazón late y se acelera. Él existe, el amor existe. La risa existe, y el llanto también. Las lágrimas se sienten. Las caricias están. Algún día sabrá cuál es el enigma de su mente. Algún día descubrirá sus vidas pasadas. Y será mucho más fácil superarlo cuando al despertar encuentre al hombre de su vida a su lado. Ese que es real, ese que ella sabe que existe. Será la prueba fidedigna; será la razón que tendrá para darse cuenta de que los sueños sólo son sueños. Que la vida es sólo vida. Que la muerte es una sola. Que la mente engaña, habla, resopla...

martes, 22 de febrero de 2011

Escribí dos veces un pie "bonito" para esta foto. Una de esas crónicas o cuentecitos raros. No me sale. No me salió. Queda para la imaginación del lector o la lectora. Fin.



domingo, 9 de enero de 2011

El día feliz que está llegando



Se está arrimando un día feliz
como hace un barco tras sus meses.
Se está acercando un día de abril,
un día de abril se va a arrimar
a los finales de noviembre.

Y yo me apego más al mar,
me hermano doble de los peces.
Yo enciendo leña en el hogar
que vio brillar la tempestad
que guía el curso de estos meses.

Se está arrimando un día de sol,
un día de duendes en añejo.
Se acerca un pájaro feroz
zumbando al goce de tu olor:
se acerca un tiempo de conejos.

Y a mí me escarba la ansiedad,
me escarba hondo, acá, en lo blando;
me escarba simple, de escarbar,
como para que se hunda más
el día feliz que está llegando.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Me cago en todas las cosas que escribí en la entrada anterior.
Hablo tonteras, y escribo tonteras...y muchas.
Y no pudo mirarlo a los ojos. Se tapó el rostro y comenzó a decirle todo.
"No me importa que no me llames. No me interesa que cuando no estemos físicamente juntos, pareciera que te olvidas de mí. La verdad, no me importa. Sé que es estúpido, porque cada vez que te veo no puedo dejar de querer estar contigo. No me importa que viva mirando el celular buscando en su estúpida pantalla alguna llamada o un mensaje tuyo. No me importa que las cosas en mi mente no vayan bien, porque de lo contrario, quizás no tendrías que abrazarme tan fuerte. No me importa pensar todo esto, y más aún, que te lo esté diciendo ahora, porque probablemente te aburras de esta insistente niña depresiva que quiere todo y a la vez nada. Tal vez ya no quieras siquiera contestar el teléfono. Y no me importa. Así como no me importa el tiempo, ni el futuro, ni los problemas, ni las injusticias. Así como no me importa tu seguridad, o tu bienestar. Como nada de eso me importa, esto que estoy diciendo tampoco. No me importa que me escuches, o que no pueda mirarte a los ojos para decirte lo que pienso. No me importa. Nada me importa. Y en este juego llamado vida, la nada...es todo."

Pero despertó de golpe, con el alma en la garganta. Lloraba desesperada, y odiaba sentirse así. Intentó pensar en arcoiris o en unicornios, pero no resultó. Se quedó despierta, alimentando toda la noche con inseguridades, miedos y preguntas, a ese monstruo llamado Mente.

(No ingresar a lugares prohibidos)

domingo, 17 de octubre de 2010

Soy un ser humano. Soy una mujer. Pienso, respiro, me alimento, me muevo. Amo, odio, lloro, río, me mareo. Es tan extraño pensar que cada persona es un universo distinto, son ideas diferentes, mentes diferentes, cuerpos diferentes. Me gustaría que las cosas fueran más simples, que no me complicara por estupideces, que no me diera tantas vueltas en mi mente, y que mis ojos pudiesen ver las maravillas que tengo delante. Lo sé, estoy consciente, pero aún así no me doy cuenta cuando de pronto hecho todo a perder. Un simple gesto, una mirada de disgusto. Siento que hay algo que falla. Pero es algo que no se arregla. He sido cruel, he sido despistada y poco inteligente en un sin fin de cosas o situaciones. Quiero arreglar las cosas, no sé como. Quiero sonreír más. Decirle a la gente que quiero lo que siento. Lo necesito...

domingo, 10 de octubre de 2010

Los miraba con tanta extrañeza. Los veía en todas las tiendas, en todas las fiestas, en todos los cumpleaños. Iban a todos lados, tenían un auto increíble, una casa gigante, hijos hermosos. Pero ella nunca entendió su mundo. Los quiso modificar, deseó que nunca hubiesen existido. Todas sus amigas los tenían, todas sus amigas querían ser como ella: el pelo rubio, cintura pequeña, sonrisa "perfecta". ¿Por qué le era tan difícil quererlos? Al fin y al cabo, todos los amaban. Ella no, los detestaba; porque le prohibieron salir a la calle, porque todos preferían que estuviese en su cuarto jugando con ellos. Eran tan aburridos, no cambiaban de forma, no podían volar, correr o saltar. No tenían poderes ni aspiraciones. Nunca estaban tristes, y era tan aburrido manejarlos. Se sentía estúpida haciendo como que caminaban, haciendo como si realizaran tareas que hacen los humanos. De pronto se le iluminó la mente. Decidió terminar de una vez con ese martirio que le imponían sus padres. Estaba harta de ser la niña del montón. A sus 6 años, tomó todos los muñecos y muñecas que encontró, las echó a una bolsa y se fue al patio trasero. Les dijo unas palabras de repudio, que quizás nunca existieron. Sacó una botella con un líquido extraño (había visto a su padre hacer algo similar con unos papeles) y roció a toda esa inmensidad de estupidez. Encendió un fósforo y lo lanzó hacia ellos. De pronto todo se encendió. Todo fuego, todo ardiendo. Sus caras consumidas por el fuego se derretían y se volvían terroríficas. El plástico de deshacía...Todo lo que odiaba, todos los esquemas que se habían impuesto sobre ella acababan de caer. Apagó el fuego, y observó a sus nuevos juguetes. Olían a quemado, eran deformes y extraños. Eran diferentes. Eran todo lo que ella necesitaba. Sus propios esquemas y reglas, reglas que no importaba si las cumpliera o no. Ahora podía hacer lo que quisiera, las llevaría orgullosa al colegio; y al ver la cara de espanto de sus amigas, se reiría en sus caras de la hipocresía de sus pensamientos, de la estupidez de adorar algo que no existe.