Hablo tonteras, y escribo tonteras...y muchas.
jueves, 9 de diciembre de 2010
Y no pudo mirarlo a los ojos. Se tapó el rostro y comenzó a decirle todo.
"No me importa que no me llames. No me interesa que cuando no estemos físicamente juntos, pareciera que te olvidas de mí. La verdad, no me importa. Sé que es estúpido, porque cada vez que te veo no puedo dejar de querer estar contigo. No me importa que viva mirando el celular buscando en su estúpida pantalla alguna llamada o un mensaje tuyo. No me importa que las cosas en mi mente no vayan bien, porque de lo contrario, quizás no tendrías que abrazarme tan fuerte. No me importa pensar todo esto, y más aún, que te lo esté diciendo ahora, porque probablemente te aburras de esta insistente niña depresiva que quiere todo y a la vez nada. Tal vez ya no quieras siquiera contestar el teléfono. Y no me importa. Así como no me importa el tiempo, ni el futuro, ni los problemas, ni las injusticias. Así como no me importa tu seguridad, o tu bienestar. Como nada de eso me importa, esto que estoy diciendo tampoco. No me importa que me escuches, o que no pueda mirarte a los ojos para decirte lo que pienso. No me importa. Nada me importa. Y en este juego llamado vida, la nada...es todo."
Pero despertó de golpe, con el alma en la garganta. Lloraba desesperada, y odiaba sentirse así. Intentó pensar en arcoiris o en unicornios, pero no resultó. Se quedó despierta, alimentando toda la noche con inseguridades, miedos y preguntas, a ese monstruo llamado Mente.
(No ingresar a lugares prohibidos)
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